viernes, 5 de noviembre de 2010

Sin tregua

Dos zonas geográficas distintas unidas por el dolor. Este podría ser un titular en la prensa internacional o al menos en los periódicos españoles en su sección internacional, pero no, apenas se habla de la desgracia que se está viviendo en Haití y en Indonesia. Una vez más tenemos que hablar de las consecuencias de la furia de la naturaleza.
Haití está viviendo un brote de cólera tras la gran catástrofe que vivió tras aquel seísmo. En un primer momento todo el mundo se volcó en ayudarlos puesto que sus instituciones habían desaparecido junto a la mitad de su población. Los EEUU fueron los primeros en llegar y como no, fueron los que se apropiaron del aeropuerto con la escusa de organizarlo, y el resto del mundo les apoyó como pudieron pero ¿Y AHORA? ¿Quién se acuerda de ellos? La respuesta es sencilla: unos pocos voluntarios de unos determinados países. Principalmente médicos que en los últimos días se han visto desbordados por una epidemia de cólera, SI CÓLERA. El problema es que no tienen medios suficientes para hacer frente a esta epidemia: el tratamiento a seguir es sencillo, líquidos y antibióticos, desde luego algo sencillo pero que en un país sumido en la más estricta pobreza donde pocas personas tienen aseguradas la comida diaria esto es más complicado de lo que aparenta. Otra solución para que no se den más casos es la de las plantas potalizadoras  que a su vez son previsoras.

El otro país que está sufriendo un fenómeno de lo más anormal y de lo más doloroso es Indonesia. La isla de Sumatra volvió a ser sacudida con un tsunami que dejo la escalofriante cifra de 154 muertos y 400 desaparecidos, de momento. Tras este suceso, con apenas 24 horas de diferencia entró en erupción el Monte Merapi en la isla de Java, también dejando 28 muertos, pero los servicios de rescate temen que bajo los escombros cubiertos de ceniza pueda haber más víctimas mortales.  ¿Qué ayuda han recibido?

Que poco se habla de todo esto pero cuanto se está ablando de la muerte de nuestro gran amigo Paul, aquel molusco cefalópodo, que fue el único que creyó en nuestra selección de fútbol pero que tras el acierto de todas sus previsiones se convirtió  en un ídolo español. Qué triste es.  

Espero que algún día de estos todo esto cambie, y se le dé una mayor importancia a las cosas que de verdad importen.

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